La Guerra de los Lombardos

C
uando termina esta guerra,Runciman establece que se inicia lo que él llama: “La Anarquía legalizada”.

Esta guerra es llamada así porque la denominación “lombardos” es la que Felipe de Novara aplica a los partidarios del emperador; aunque hacía una distinción entre “longobardos” (sicilianos) y “lombardos” (naturales de Lombardía).

Antes de comenzar a disparar flechas, partir lanzas, distribuir mazazos a diestro y siniestro con el encontronazo imperiales-ibelinos hay que aclarar un punto muy fuerte en el reino de Jerusalén sobre el cual se insiste mucho: la Haute Cour (el Tribunal Superior).

El esquema feudal, rígido, cristalizado de Jerusalén le daba amplios poderes a un conjunto de barones-juristas del reino que “interpretaban” el derecho. Es tan mágico el derecho y su interpretación; curiosamente, siempre se interpretaba de una forma que favoreciese a los Ibelin. ¡Y después dicen que en la Edad Media no se practicaba la Magia! Al escuchar los diferentes veredictos sobre los derechos del rey, éste estaba más encantado y aprisionado con sus limitadas sus prerrogativas que el pobre Quijote cuando lo traían cautivo a su casa.

Todo se debe a que la estructura era una adaptación de Francia en el siglo XI donde el rey era “primo inter pares”, de modo que el accionar de los barones podía cambiar el rumbo del reino y, a su vez, lo que era notablemente más grave, tenían el poder de facto.

Pero la nobleza franco-siria, un verdadero obstáculo inamovible, se encontró con una fuerza imparable: Federico II. El emperador Hohenstaufen representaba el exacto reverso del reino de Jerusalén y sus “assizes”. Federico era rey de Sicilia y emperador de Alemania(sus títulos más notables)y tenía suficiente prudencia y tacto para saber “qué” y “cómo” sacar los diferentes recursos de cada estado; de Alemania, soldados y de Sicilia, dinero.

Falta un tercer punto que no se suele explicar suficiente en los manuales básicos de las cruzadas: los barones chipriotas. Cuando la isla de Chipre fue vendida a Guy de Lusignan, se instalaron varios caballeros poitevinos y (por los apellidos que he visto) también algunos normandos. Luego vinieron los nobles-rémoras (los Ibelin), se instalaron gracias al casamiento entre el rey de Chipre y Eschiva de Ibelin y, lentamente, fueron ganando terreno en el reino de Chipre. Con la minoridad de Enrique I, se pusieron en contra a buena cantidad de nobles chipriotas, aproximadamente un tercio, que eran encabezados por Amaury Barlais y cuatro amigos: Gawain de Chenchi,  Amaury de Bethsan, Hugo Embriaco y Guillermo de Rivet. Gawain fue el primero en poner en guardia a Federico II, pidiendo que les quitara los feudos a los Ibelin.

La querella Barlais-Ibelin venía desde antes de la cruzada de Federico II, cuando Barlais retó a duelo a Anselmo de Brie, primo de los Ibelin; el duelo, supuestamente, tomaría lugar cuando el emperador estuviese en Chipre, pero él se retrasó y Barlais casi muere en el reto. Una de las tantas anécdotas curiosas: durante el duelo, cuando Amaury Barlais es desmontado, huye, y su caballo lo sigue a todos los lugaresy es Felipe de Novara, el cronista, quien nos cuenta que hasta ese extremo (de seguirlo a todas partes) estaba entrenado el destrero.

Desgraciadamente, Chipre era un estado vasallo del Imperio, durante la fallida cruzada de Enrique VI se estableció esa relación de vasallaje; de acuerdo a las leyes alemanas, Federico II tenía amplios derechos sobre el estado vasallo, algo que los Ibelin nunca contemplaron y se escudaron detrás de la Haute Cour de Chipre. Además, quien administró el reino, Felipe de Ibelin, recientemente había muerto que, a su vez, se las tenía tiesas con Alicia, la madre del rey.

Puede decirse que la imagen de los Ibelin y sus grandilocuentes palabras estaban muy lejos de sus acciones, por cierto, aún más lejanas a la “ética pública”. Jamás esperaban que tuviesen que rendirle cuenta a nadie sobre su administración porque, en Tierra Santa, quien tenía el poder, hacía lo que quería. El inesperado día llegó, de acuerdo a las leyes de vasallaje, Federico II era superior al mismo rey de Chipre, ¡era su señor feudal! Los Ibelin recurrieron a su argot jurídico y leyes procesales para esquivar la ley de fondo, los derechos de Federico II sobre Jerusalén y Chipre.

Federico II, cuando concluye su cruzada, les otorga la administración de Chipre por tres años a los “Cinco Bailes” (Barlais y sus amigos) a cambio de 10.000 marcos de plata.

 

La Guerra de los Lombardos se desarrolla a lo largo de tres batallas y la toma de Tiro.

 

Batalla de Nicosia (sábado 14 de julio de 1229)

El rey Enrique estaba en Nicosia, bajo custodia de los Cinco Bailes, que a su vez se habían apoderado de las principales fortalezas del reino: Kantara, Kyrenia y Dieudamour. El ejército de los Ibelin desembarcó en La Castrie (Este) con la ayuda de los templarios, eternos opositores de Federico II durante la guerra; los Cinco Bailes, incapaces de impedir el desembarco enemigo, se replegaron a Nicosia.

En las afueras de la capital se encontraron los dos ejércitos, y cada capitán se puso frente al rival que más odiaba. El clero intentó, vanamente, mediar entre los dos ejércitos. Luego de esa interrupción de “paz y amor”, los ejércitos volvieron a mentalizarse: destruir.

Sabemos que los Cinco Bailes llevaban mitras doradas en sus yelmos para diferenciarse del resto de los caballeros y que tenían un cuerpo de 25 caballeros con una tarea asignada: eliminar a Juan de Beirut.

Sabemos que Gawain de Chenchi venció en combate cuerpo a cuerpo a Gualterio de Cesarea; también murió, entre otros, el sobrino de los grandes maestres del Hospital y del Temple, Gerard de Montaigu.

A pesar de todos los esfuerzos del ejército de los Cinco Bailes, son derrotados y se dispersan a lo largo de las fortalezas: Barlais, Bethsan, Rivet y Gibelet se llevan al rey a Dieudamour; Gawain de Chenchi y su medio hermano, Felipe Chenart, huyen a Kantara.
El ejército Ibelin se dispersa en el asedio de las diferentes fortalezas. Juan de Beirut se muestra razonable con los imperiales de Kyrenia; una vez que concluyó un arreglo (darles unas semanas de gracia) con ellos, se estableció en la “Fuente del Dragón” para asediar a los bailes que estaban con el rey en Dieudamour, una fortaleza erigida en lo alto de la montaña, bastante inaccesible.

Luego, va a revisar el “trebouchet” que estaba construyendo el otro capitán, Anselmo de Brie, que asediaba Kantara; pero el séquito del señor de Beirut era tan numeroso, y, consecuentemente tan escasos los defensores del campamento Ibelin en la “Fuente del Dragón”, que los bailes aprovecharon para organizar una salida y lo saquearon, llevándose las provisiones.

Entonces acude el hijo de Juan de Beirut, Balian, para ayudar a sus hermanos Ibelin en el asedio, que duró desde el 15 julio de 1229 hasta la siguiente Pascua, esto es: 7 de abril de 1230.

Entre los hechos de armas que se llevaban a cabo: salidas, rechazos; asaltos y rechazos; quien tomó un papel muy activo fue Felipe de Novara. El lamentable lambiscón, que nació en la misma ciudad que el famoso maestro Pedro Lombardo, iba a aullar, como el perro que era, todos los días ante los muros de Dieudamour; felizmente, fue alcanzado por una flecha; tristemente, se recuperó y, para probarles a sus adversarios que estaba vivo, volvió a cantar. ¡Cuántas flechas que se perdieron vanamente en la guerra de los lombardos!

Mientras tanto, en Kantara, los imperiales seguían resistiendo valientemente los intentos de captura de la fortaleza. Pero durante este asedio ocurre algo notorio y es lo siguiente: Juan de Cesarea, hijo de Gualterio, tomó un destacamento de ballesteros y se posicionó con ellos en una elevación estratégica, sumamente cercana al castillo y desde ahí, por lo que dice Novara, disparaban de día y de noche. Eligió a un ballestero especialmente diestro que apuntara a Gawain de Chenchi y lo eliminó de un flechazo.

Quien lo remplaza como líder es su medio hermano Felipe Chenart, descrito como un joven inteligente, rápido e infatigable.

A lo largo de esta guerra, el otro Baile que murió fue Guillermo de Rivet; en su viaje a Armenia para buscar refuerzos, enfermó y murió al poco tiempo.

Cuando Dieudamour cayó, entregaron al rey que quedó en custodia de los Ibelin, quienes lo… “convencieron de su justa causa”. Chipre quedó en manos de los Ibelin.

Batalla de Casal Imbert (2 de mayo de 1232)

Federico II, enterado de las noticias en Tierra Santa, en otoño de 1231 decide enviar al Mariscal Imperial, Ricardo Filangieri con 650 caballeros, 100 sargentos montados, 700 soldados y una notable cantidad de marineros de apoyo (en las crónicas: tres mil). El Mariscal, al enterarse de que lo esperaban en el puerto de Limassol (Chipre), enfiló directamente hacia Beirut y la sitió;el Senescal de Beirut, Denis, ayudó, indicando dónde debían poner sus máquinas de asedio para hacer más daño. Cuando se enteraron, Denis fue colgado y pasó a mejor vida.

Los sicilianos (longobardos) construyeron torres para observar la ciudadela.

Filangieri, viendo que todo marchaba de acuerdo a lo planificado, se dirige a Acre para hablar con los principales caballeros del reino, Balian de Sidón y Eudes de Montbéliard, para acreditar su papel como baile enviado por el emperador. Ellos le explicaron que no podía desposeer a un señor de su feudo sin un juicio del Tribunal Supremo, Filangieri, cuando volvió a Beirut, sencillamente replicó que estaba llevando a cabo las órdenes del emperador.
A su vez, en Acre se forma la “Comuna de San Andrés” y luego elijen a un superior, se imaginan a quién… Sí, efectivamente, ¡a un Ibelin!

Los Ibelin toman a los caballeros del reino de Chipre (las fuentes dicen “500 caballeros”) y obligan a los tres bailes que quedan (Barlais, Bethsan y Embriaco) a acompañarlos a liberar la ciudad de Beirut. Por mal tiempo, la flota no puede ir más lejos que al sur de Trípoli. Asimismo, el intento de los anti-imperiales por atraer a su partido a Bohemundo V de Trípoli-Antioquía resultó completamente infructuoso, los únicos que querían a los Ibelin eran los otros zánganos y vividores (esto es: los que eran como ellos). A su vez, los Bailes con sus 80 caballeros, ni bien pisaron Trípoli, desertaron para luego advertirle al Mariscal sobre los movimientos enemigos.

Los sicilianos, al enterarse de que acudían a recuperar Beirut, procedieron a quemar las maquinarias de asedio, luego, se replegaron a Tiro, principal bastión de los imperiales.

Mientras tanto se desplegó el juego de diplomacia; los Ibelin perdieron el apoyo de Bohemundo V, que se mostró favorable a los imperiales, otro tanto los pisanos; pero ganaron el apoyo de los venecianos, que perdieron las posesiones que tenían en Tiro y, con el tiempo, también sellaron una alianza con los genoveses, que se mostraban hostiles a Federico II por no renovarles los privilegios exorbitantes (en Sicilia) que obtuvieron durante el reinado de su padre, Enrique VI.

En el plano de las alianzas, de alguna forma, la balanza estaba un tanto equilibrada. Los teutones eran aliados de Federico II, los hospitalarios mantuvieron una respetuosa neutralidad y favorecieron la idea de una salida pacífica; los templarios se mostraron partidarios acérrimos de los Ibelin y del patriarca de Jerusalén, enemigos jurados del emperador.

De Beirut, los opositores se trasladaron a San Juan de Acre y, a mitad de camino entre Tiro y Acre, se estacionan en Casal Imbert.

Filangieri manda exploradores a ver el posicionamiento: no tenían empalizada, ni siquiera una simple zanja que dificultara un ataque nocturno.Vale aclarar que Anselmo de Brie fue advertido, le dijeron que los imperiales planeaban llevar a cabo un ataque y él, como buen necio, hizo oídos sordos.

Juan de Ibelin, quien luego será conde de Jaffa, tenía el puesto de guardia orientado hacia Acre (y no hacia Tiro, donde estaban sus enemigos);él estaba vigilando cuando sucedió el raid nocturno. Los anti-imperiales batallaron toda la noche para defender el campamento; pero cuando llegó el apoyo de la flota imperial, perdieron todas las posibilidades de resistir. Juan de Ibelin salió malherido; 24 caballeros cayeron prisioneros, muchos heridos; las bajas materiales fueron notables, tanto en caballos, ya que los perdieron en su mayoría, como en armamento, porque los que se alcanzaron a salvar no pudieron llevar consigo ningún bagaje. Si bien no fue una hazaña militar decisiva (como tampoco lo fue la batalla de Nicosia), constituyó un duro golpe a la moral del partido Ibelin.

Los imperiales aprovechan la victoria; el Mariscal envió a los Bailes a Chipre con sus 80 caballeros, y volvieron a tomar los bastiones chipriotas. A su vez, al parecer, envió una notable cantidad de caballeros sicilianos para reforzarlos.

Batalla de Agridi (15 de junio de 1232)

Enrique de Chipre, para recuperar su isla, hace un pacto con los genoveses que, con el paso del tiempo, tendría consecuencias fatales para la isla. No obstante, los genoveses les dieron el apoyo naval que necesitaban para transportar al ejército que reclutaron en la Siria franca y, a su vez, asediar fortalezas como la de Kyrenia.

Barlais y los otros dos bailes no pierden el tiempo, las crónicas dicen que llegaron a reclutar a 2 mil hombres montados, entre caballeros y turcopliers (caballería ligera) que lograron reclutar en Trípoli y Armenia, además de sus propios feudos.

No pueden evitar el desembarco del ejército Ibelin, que constaba con 233 hombres montados y una notable cantidad de sargentos desmontados (aclaración: los sargentos eran militares con armamento más ligero que el de los caballeros, podían estar montados o desmontados). En esta batalla los sargentos cumplieron una… notable tarea, ya la veremos.
La localización del ejército imperial en Agridi era la más correcta por la que podían optar en lo que a estrategia se refiere, dado que era el único camino que conducía a Kyrenia, bastión tomado por los imperiales donde, además, estaba su flota.

La batalla comenzó con los ejércitos ordenados en batallones: 4 batallones en el ejército Ibelin y en cuanto a los lombardos, Novara no precisa pero aclara que eran muchos más. Los batallones se movían como las piezas del ajedrez, una contra otra; claro que, vale aclarar, una vez comenzada la batalla, muchas veces se perdía el orden para transformarse en múltiples, y confusos, combates individuales.

El primer batallón lombardo tuvo una carga ineficaz y quedó tan mal parado, en una posición tan inadecuada para retomar el combate, que optaron por huir de la batalla (no fue el único caso, ni la primera vez; a Raimundo III de Trípoli le sucedió en Hattin). Estaban encabezados por Gualterio de Palear (familiar de quien fue Canciller de Sicilia), conde de Monopoli (en el principado de Bari, también llamado “Manepau”) que era Vicario General del Imperio y uno de los consejeros principales de Federico II.

Berard de Monopoli, familiar de Berard de Monopoli(conde de Loreto), cargó con el segundo batallón y esta vez si acierta al primer batallón Ibelin, que, a su vez, es socorrido por el segundo batallón de los Ibelin. (¡Muy batallado el asunto!).

Berard, siciliano, se mide con el capitán del primer escuadrón, la suprema escoria (Anselmo de Brie) que lo toma del yelmo y lo tira al suelo, entonces 17 caballeros sicilianos acuden a socorrerlo. Un grupo de 50-60 sargentos desmontados acude (de fondo, Novara explica que los Ibelin gritaban: ¡Mata! ¡Mata! ¡Mata! ¡Mata!) y le cortaron la cabeza tanto a Berard como a los caballeros que lo auxiliaron.

Novara menciona también el ejemplo de un caballero alemán equipado con una buena armadura, su caballo también equipado con metal, que hizo notables hechos de armas; matan a su caballo y, cuando cae, también lo matan a él.
El saldo de la batalla son 60 caballeros sicilianos muertos y 40 prisioneros; las crónicas dicen: si un caballero chipriota caía, lo ayudaban a volver a montar; si era siciliano, lo mataban. Entre los prisioneros está Aimone de Aquino, hermano de los otros dos notables jóvenes de su época: Reinaldo de Aquino, uno de los poetas más famosos de su tiempo, y Tomás de Aquino.

El primer batallón no pudo huir, terminó cayendo prisionero en La Castrie; los sargentos imperiales que huían a Nicosia, unos 300, son alcanzados y mueren en manos de los partidarios de los Ibelin. Algunos alcanzaron a refugiarse en las casas de la orden teutónica y del hospital.

Quienes se salvan de la batalla se refugian en Kyrenia. El capitán era Felipe Chenart, contaba con 50 caballeros comandados por Gualterio de Acquaviva y una notable cantidad de infantes, cerca de mil, incluyendo a los ballesteros. Filangieri huye a Armenia, a donde va a buscar refuerzos; no sólo no los obtiene, sino que además, a causa de la enfermedad, mueren muchos de los suyos y retorna a Tiro.

Felipe Chenart defiende exitosamente durante un año Kyrenia, bastión que rinde recién al año siguiente, cuando no existe ninguna esperanza de socorro alguno. Entre las gestas de armas se puede decir, felizmente, que un buen flechazo fue la causa de la muerte del infeliz de Anselmo de Brie.

Años después, cuando Ricardo de Cornualles termina con su expedición en Tierra Santa, en un descuido, Ricardo Filangieri pierde el bastión de Tiro. Era un lugar estratégico, importante, con el apoyo del príncipe de Antioquía-Trípoli podía mantener un precario equilibrio, por no decir: “sencillamente mantener al partido imperial con vida”.

¿Cómo terminó cada uno de los Imperiales?

Esa es una historia aparte. Filangieri volvió a Sicilia y, decepcionado el emperador por su papel, fue puesto en un calabozo. Por los avatares del destino, Raimundo VII de Tolosa se reconcilió con el Papado gracias a Marino Filangieri, Arzobispo de Bari. Marino, con un gran gesto de generosidad, pide como regalo que interceda ante Federico II para que liberen a sus hermanos y familiares (Ricardo, Enrique, otro hermano que acompañó a Ricardo compartió su suerte, y otros). Federico II, ante el pedido de Raimundo VII, accedió con la condición de que se marchasen del reino de Sicilia. El otro hermano Filangieri, Lotario, quien comandaba Tiro cuando Ricardo no estaba, tuvo mucho mejor olfato y, antes que regresar a Sicilia, se casó con una noble rica en Antioquía y vivió muy bien hasta el final de sus días.

Respecto de los tres bailes que quedaron vivos: Hugo de Gibelet se refugió en Trípoli con Barlais (muere en 1236);Bethsan, el tercero de los sobrevivientes, acude a Federico II que los recibe muy bien en Sicilia (fueron varios los chipriotas que se refugiaron en la Corte de Federico II), y se casó con la heredera de Tricarico.

El hijo de Gawain de Chenchi también recibió feudos en Apulia.

El que más llegó más lejos fue Felipe Chenart, el famoso defensor de Kyrenia. Se casó con la heredera de Conversano (1242) y luego se le añadió el señorío de Acquaviva; en 1247 es nombrado castellano de Bari (ese mismo año Bethsan, Tomás de Acerra y Amaury Savari, otro franco de Tierra Santa, son nombrados regentes de Sicilia). En 1255 Felipe Chenart es nombrado Gran Almirante de Sicilia por el rey Mamfredo y comanda el ataque de la flota siciliana en Albania; luego se convirtió en virrey de Corfú y Epiro, donde otorgó numerosos feudos a los caballeros chipriotas.



 

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