San Luis de Francia en Tierra Santa

E
l papel de Luis IX en Tierra Santa es tan amplio y tan notable que uno no sabe muy bien por dónde empezar, pero sí como resumirlo: el fundamento. El “fundamento” es algo que “soporta” algo, darle fundamentos al reino de Jerusalén fue, literalmente, soportarlo.

Cuando la cruzada termina con las negociaciones entre los mamelucos y Luis IX, el rey resuelve quedarse en Tierra Santa. Como se trata de San Luis de Francia, nos imaginamos al buen rey en el palacio de Acre preguntándole a Jean de Joinville qué debe hacer y al Senescal de Champaña, señalándole la ventana para que se asome y al abrirla, aparece el “Regimiento Francés”, con el Oriflama bien en alto, que, muy emotivamente, canta:

Where there is desire

There is gonna be a flame

Where there is a flame

Someone’s bound to get burned

But just because it burns

Doesn’t mean you’re gonna die

You gotta get up and try

And try

And try

You gotta get up and try

And try

And try

You gotta get up and try

And try

And try [I]

Claro que, ante esta imagen tan “romántica”, aparece la realidad cruda tal cual es: 1°, que el “Regimiento Francés” todavía no estaba formado; 2°, que Jean de Joinville estaba para “cantarle las cuarenta” y le decía las cosas “sin anestesia”, por eso era el mejor amigo del rey (¡pero sin abusar!); 3°, que el Regimiento Francés, de cantar, lo haría, precisamente, en francés y de hacerlo, dudo que cantarían la canción “Try” de Pink (lo cual sería un anacronismo pero con gran, gran estilo).

Es una canción que representa bien, a mi gusto, el espíritu batallador, valiente y decidido de Luis IX que aun siendo prisionero de los mamelucos dejó de mostrarse humilde pero digno.

Lo que en realidad sucedió fue lo siguiente: en Acre, instalados cómodamente en el palacio, Jean de Joinville le dijo a Luis IX que el dinero que había gastado en la cruzada provenía de la recaudación de la Iglesia y no de la Casa real lo cual causó gran enojo entre los hermanos del rey y el Conde de Flandes. Vale aclarar que “causó ira” porque no era del todo cierto el comentario y el rey ya había invertido parte de su tesoro en la cruzada.

Luego, el Senescal indica que estaba sentado y alguien le cubre los ojos; él se enojó pensando que era el Conde de Flandes que lo fastidiaba cuando en realidad era el mismo Luis IX, que luego le aclaró que había hablado atolondradamente. No obstante, le hizo caso a Joinville y se decidió a invertir la renta real en Tierra Santa.

Al igual que Federico II, ayudó en la reconstrucción de varias ciudades, que incluyen pero no se limitan a Jaffa y Sidón, especialmente el “castillo marino” (del cual hoy todavía queda algo). Si bien ayudó mucho en lo material, y de forma permanente, su colaboración fue clave en lo “diplomático”.

 

Diplomático

 

San Luis era tan bueno con la espada como con la palabra y el trato con las personas. En lo militar su técnica era conservadora y solamente se mostró “agresiva” en Tierra Santa, respecto a “conservadora” era porque, más que afligir golpes incisivos, explotaba el error ajeno.

Explotó sus relaciones con Damasco-Egipto, una jugada de atracción entre las dos potencias que necesitaban de su neutralidad y obtuvo, entre otras cosas, la condonación del resto que le sobraba por pagar a Egipto para la liberación de su ejército.

Como los Templarios negociaron una paz independiente a la del reino de Jerusalén con los damascenos, San Luis les “dio con el rebenque” a los altos dignatarios que tuvieron que humillarse ante él como lo hacían los rebeldes en el siglo anterior. No era nada que las órdenes de caballería, especialmente los Templarios, se manejaran de manera independiente; en Tierra Santa todos “tiraban para su lado”: los hospitalarios, los templarios, los genoveses, los venecianos y los barones… La única forma que se unieran era como los bandidos: para sacar “pingües ganancias”.

De alguna manera Luis IX quería recuperar la idea de unidad en Tierra Santa.

 

Trípoli-Antioquía

 

Su diplomacia también se notó en el norte, en los principados de Trípoli y Antioquía, unificados desde la época de Bohemundo IV. “Reinaba a la sazón” el joven Bohemundo VI que todavía no había sido declarado “mayor de edad” y Luis IX logró el objetivo que el joven, por sí mismo, no podía. El verdadero problema era este: Lucía de Segni, familiar de Inocencio III, trajo consigo un séquito de romano que estaban destruyendo el patrimonio familiar del príncipe; era piadosa, como lo eran las mujeres de “alta alcurnia”, y uno se queda muy tranquilo porque, con la corrupción que reinaba entre sus amigos romanos, nos da una idea de lo lejano que estaba la “santidad” de dicha señora, no era inmoral pero su piedad era pura formalidad; podría definirse como un árbol que daba hojas pero no frutos. Lo que el buen rey de Francia logró fue, más que “neutralizar”, hacer “control de daños” y le otorgó el principado más rico al príncipe. Cuando Lucía se Segni se marchó, los tripolitanos alcanzaron a masacrar a los romanos que cayeron en sus manos (así de grande era el amor que le profesaban a ella y los suyos).

El matrimonio entre Lucía de Segni y el príncipe Bohemundo VI de Antioquía-Trípoli surgió, seguramente, del viejo adagio: “si no puedes contra tu enemigo, únetele”. Después de los problemas con la Iglesia que tuvieron Bohemundo IV y Bohemundo V, sobrados en astucia, pidieron una candidata digna y enviaron a Lucía de Segni… De ese modo se convirtieron en: “inexcomulgables”. Nunca hubo príncipes más astutos que los de Antioquía-Trípoli.

No era el único problema a resolver, Hethoum de Armenia era el hijo de quien aprisionó y asesinó a Felipe de Antioquía, tío de Bohemundo VI, para casarse con su esposa, la legítima reina de Armenia. No es difícil imaginarse que, por parte del príncipe Bohemundo, podía haber un poquitín de resentimiento ante el asesino de su tío. Pero Luis IX ayudó a recomponer una relación importante que estaba rota del todo y luego se unió con más fuerza aún, ya que la hija del rey de Armenia se casó con Bohemundo VI y luego forjaron la alianza con los mongoles que los llevó a un logro histórico en la historia de las cruzadas: recuperar Damasco. El sueño duró poco, pero fue real y Damasco pasó a manos de los cristianos en el año 1260.

La iniciativa de relaciones diplomáticas con los mongoles comenzó también por iniciativa del rey francés que envió al monje Rubruck.

 

Los Asesinos

 

Respecto a los asesinos, uno puede pensar que un Asesino se le aparece a un comendador Hospitalario y le dice: estuve leyendo las Crónicas de Jean de Joinville y ya sé quién es el que portaba un yelmo de oro y una espada alemana; quiero, durante el resto de mi vida, diez mil besantes de oro sarracenos al año. El comendador hospitalario de apellido… le pondremos uno cualquiera, “Fox”, le responde: “Déjeme entender… Usted dice que el caballero que llevaba un yelmo de oro y portaba una espada alemana es uno de los hombres más ricos y poderosos de Europa y que, armado de pies a cabeza, pasa su tiempo libre batallando cuerpo a cuerpo con los mamelucos… ¿Y dice que a ese hombre planea extorsionar? ¡Buena suerte con eso!

¡Pero no! Eso sí sucede en Batman “El Caballero de la Noche”. Lo que en realidad acaeció fue lo siguiente: una embajada de los Asesinos le pidió al rey francés que “moviera los hilos” para librarlos del tributo que les imponían los templarios. Cuando los hombres de la embajada terminan su reunión, los Grandes Maestres del Hospital y del Temple (juntos, ni más ni menos) le dicen a los emisarios que habían hablado con gran torpeza ante el rey más poderoso y los invitan a pedirle disculpas, a las que se añadieron regalos para el gran Luis IX y viceversa. De ese modo, las buenas relaciones entre la corona de Jerusalén y los Asesinos que existía desde el reino de Enrique de Champaña, afectadas por la muerte de Conrado de Montferrato.

 

El Regimiento Francés

 

El compromiso con Tierra Santa no se limitó a la cruzada, cuando retornó a Acre retuvo a todos los soldados que pudo; Joinville menciona 1400 hombres de armas, entre caballeros-infantes-ballesteros. Joinville aceptó quedarse en ese regimiento y cuenta vívidamente con detalles las expediciones militares que llevan a cabo a lo largo de su estadía. El pago de estos militares salía de la renta de la corona francesa y era tan sagrado para los reyes franceses que incluso Felipe IV de Francia lo respetó.

Este regimiento de franceses fue un aporte tan notable como firme, tal vez la mejor representación del compromiso de Luis IX con Tierra Santa. Demuestra la “constante y perpetua voluntad” de ayudar en tanto y en cuanto pueda al reino hierosolimitano.

Uno de los miembros más destacados del Regimiento Francés fue Erard de Saint Valery, veterano experimentado que fue decisivo para las victorias de Carlos de Anjou en Sicilia.

 

Conclusión

 

Es curioso cómo cuando uno piensa que el rey de Francia está completamente acabado, resurge. Y lo hace de manera notable.

Es cierto que Luis IX era un buen combatiente, su bisabuelo Luis VII se batió valientemente contra los turcos durante la segunda cruzada. Era notablemente poderoso, la corona francesa difícilmente pudo estar mejor que en su época. Y logró lo que ningún rey occidental se atrevió: quedarse; generalmente, si les iban bien o mal, se quedaban un tiempo limitado y se marchaban. El rey se quedó hasta que no le quedó otra opción más que volver a Francia por la muerte de la regente, su madre, Blanca de Castilla.

Durante su estadía el reino gozó una de las últimas épocas de paz; tal vez no se notara la presencia del rey, pero definitivamente se notó su ausencia cuando surgieron las guerras civiles (como la de Saint Sabas) y las interminables intrigas generadas por los templarios.

Todos los logros militares y diplomáticos tenían un fundamento más profundo, facilitados por ser rey de Francia, pero que yacían en la fibra íntima del rey: su autoridad personal, algo que no podía comprar ni con su dinero o poder.

 


[I]Letra de la canción: “Try” de Pink



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