Quinta Cruzada

C
uando Inocencio III predicó la cruzada, una de sus principales causas era que los sarracenos estaban erigiendo una fortaleza en el Monte Tabor. Los preparativos de predicación de la cruzada fueron enormes, entre ellos el de Oliverio de Paderborn, quien en el año 1225 será nombrado cardenal de Santa Sabina y es uno de los principales cronistas.

Una de las medidas que se tomaron fue que los barcos debían estar a disposición de la cruzada, de modo que el comercio levantino se suspendió por cuatro años. Las iglesias de toda Europa debían poner una quinta parte de sus ingresos y depositarlos al Tesorero del Temple.

La cruzada constó de dos etapas: Siria y Egipto.

 

La primera etapa: Siria.

Uno de los líderes fue el rey-consorte Juan de Brienne. Este noble de Champaña fue elegido para ser rey de Jerusalén por Felipe II de Francia y las razones que aducen son varias: primero, que la elección era el reflejo del desinterés de Felipe II por Tierra Santa recomendando a un segundón; segundo, para separarlo de la condesa Blanca de Champaña; tercero, que era un “barón-problema” y quería sacárselo de encima. Conociendo a su familiar Gualterio de Brienne y su tiempo en Sicilia como Príncipe de Tarento y Conde de Lecce… No me cuesta imaginarme que la razón principal, sin descontar las otras dos, sería la tercera.

Otros líderes cruzados de la primera operación en Siria: el duque de Austria, Leopoldo VI y Andrés de Hungría, el padre de Santa Isabel de Hungría. Ellos se transportaron por mar con los venecianos; de hecho, el duque de Austria tuvo un viaje récord en 16 días desde Zara hasta Acre. Una vez reunidos en Acre, avanzaron hacia el sur (Nablus), atravesaron el Jordán, intentaron poner sitio a Damasco pero la auxiliaron a tiempo y el hermano de Saladino, Al-Adil, los acechaba a la distancia. Su hijo, Al-Mu’azzam, quería atacarlos pero el sultán le dijo: “no es recomendable entrar en combate cuando su fervor los empuja”. Finalmente, luego de cruzar el vado de Jacob, atraviesan nuevamente el Jordán y se retiran a Acre, donde el rey de Hungría se instala hasta su retorno debido a su “enfermedad”.

El duque de Austria y Juan de Brienne restauran Cesarea; Gualterio de Avesnes y los Templarios erigen “Castillo Peregrino”, la impresionante fortaleza templaria también conocida como Athlit.

 

Le segunda fase de la cruzada: Damieta.

El rey de Hungría se retiró muy abatido, enfermo y desilusionado. Pero el duque de Austria y los otros líderes, una vez que llegó Oliverio de Paderborn con los frisones y alemanes, resolvieron asediar Damieta y su principal obstáculo: la Torre de las Cadenas.

Los cruzados desembarcan en el banco oeste del Nilo (frente a Damieta) para iniciar el asedio e intento de conquistar el objetivo: la Torre. Oliverio en la crónica escribe “Dios nos proveyó un arquitecto”, otro cronista (Jacques de Vitry, obispo de Acre), dice: “Oliverio era ese arquitecto”. Un hombre inmensamente modesto logra diseñar y construir efectivamente un castillo flotante para tomar por asalto la Torre de las Cadenas. Aquella era una torre aislada en medio del agua, en una isla, que impedía el paso de la flota con pesadas cadenas. Y la tomaron por asalto… Dicen que el sultán Al-Adil murió al enterarse de la noticia.

Los sarracenos, en su desesperación por librar la Torre, deben retirarse con graves pérdidas en los encontronazos militares. A causa de las derrotas, reina el descontento en el campamento del nuevo sultán de Egipto, Al-Kamil, quien al enterarse de las intrigas huye del campamento y éste, a su vez, monta en pánico y lo sigue. Resultado: Damieta queda completamente aislada.

Al ver que el campamento enemigo estaba abandonado, se dividen los puntos cardinales de asedio de Damieta: al Norte estaba el cardenal y sus seguidores italianos; templarios, hospitalarios y provenzales, al Este; Juan de Brienne con los franceses y pisanos, al Sur; y en el viejo campamento, en el banco oeste, estaban los alemanes con Oliverio a la cabeza.

Una mezcla de negociaciones, rechazadas por los cruzados, y ataques musulmanes a los campamentos cruzados con severas pérdidas pone a los egipcios en situaciones muy duras que llevan a pedir ayuda a todos los señores musulmanes posibles, empezando por el otro nuevo sultán Al-Mu’azzam de Damasco. ¡Los hermanos sean unidos!

Las graves derrotas militares obligaron a ceder aún más en lo diplomático, pero los grandes maestres de las órdenes de caballería rechazaron las propuestas.

Razones estratégicas: sin recuperar Kerak o Montreal (lugares claves para la comunicación entre Damasco-Egipto) no tenía sentido tener Jerusalén. Lo cual era sumamente cierto, puesto que Kerak y Montreal eran excelentes sitios para lanzar ataques o concentrar ejércitos.

Una curiosidad: los grandes maestros del Temple (Pierre de Montaigu) y del Hospital (Garin de Montaigu), muy posiblemente, eran hermanos.

En el asedio de Damieta impresionan las batallas que ganan los cruzados defendiendo el terreno, las fuentes dicen que los cruzados estaban superados 50 a 1, claro que si la “verdadera diferencia” fuese 10 a 1, seguiría siendo abismal. Aquellos guerreros de hierro hacían valer sus pocos números.

Un factor que desnivela la campaña es la llegada de Pelagio, hubo mucha disensión y encontronazos entre los diferentes partidarios del legado y los del Rey de Jerusalén, Juan de Brienne. A su vez, hay rivalidad entre la infantería y la caballería cuyo cenit alcanza en ignorar a los altos manos y planear el ataque a Fariskur, cuartel de Al-Kamil. El resultado de la batalla fue una pérdida de 4 mil infantes y 300 caballeros (cruzados).

Nueva oferta de Al-Kamil, más generosa y nuevamente rechazada.

Conquistan Damieta, el sultán se retira desde Fariskur hasta Mansurah, donde levanta una fortificación para esperar a los cruzados.

Entre tanto, Leopoldo de Austria ya se había retirado; el duque recibe los más grandes elogios de Oliverio de Paderborn. Pero el vacío que dejó se cubre cuando llegan cruzados ingleses, encabezados por Savary de Mauleón, hombre leal a Juan I de Inglaterra, y el earl Guillermo de Arundel y Sussex. También llegan nuevos italianos, lombardos, que se ponen del lado del cardenal. Y finalmente acude Luis de Baviera con caballeros alemanes; él apresura la estrategia de atacar antes de que el Nilo se desborde y sea imposible avanzar.

Los cruzados, en el intento de atacar El-Cairo, se quedaron ante Mansurahen una pésima posición estratégica, sin agua. El Legado le pide a Juan de Brienne que haga algo cuando ya era imposible hacer nada…

A cambio de su libertad, tuvieron que entregar Damieta y todas las ciudades secundarias conquistadas en el camino.

Las fuentes atacan a Pelagio sin cesar, solamente se le puede achacar el último error: elegir una mala ubicación donde finalmente pierde su flota y queda aislado e indefenso.

Pelagio hizo muy mal en no escuchar a nadie y ponerse a sí mismo en una situación imposible, luego todo se perdió. Su drama personal no fue tanto la falta de autoridad personal; algo que a Juan de Brienne le sobraba, ya que Oliverio de Paderborn era partidario suyo. Le faltaba estrategia…

Fue una gran cruzada llena de operaciones militares exitosas en el campo de batalla, salvo por Fariskur, que mereció tener un final más digno de tantos años victoriosos.



 

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