Ricardo Corazón de León

H
ay veces en la vida en la que uno se siente profundamente bendecido por el mero hecho de haber conocido a alguien, como es el caso de Ricardo I de Inglaterra, a quien el sobrenombre “Corazón de León” le queda chico.

 

Don Sí y No

 

Desde joven, instigado por su madre, se rebela contra Enrique II de Inglaterra. Con el pasar de los años, Ricardo se afianza en el arte de la guerra. Los odiosos criticones lo llamaban “Don Sí y No”. Tal vez por su indecisión, pero también es cierto que las mentes rápidas se zambullen con mucha velocidad en una idea que en la práctica no es tan brillante como esperaban; o porque su lealtad a Enrique II iba y venía, más de una mala jugada le hizo el rey. La carrera de Ricardo antes de ser cruzado da lugar a muchas contradicciones.

Se le sumaba cierta dosis de inseguridad, algo que siempre se reflejó en su falta de agresividad en la política y recién la adoptó al volver de Tierra Santa.

 

Ricardo I

 

El aspecto físico de Ricardo le era muy favorable, en contraposición a su rival Felipe II de Francia, quien había perdido la visión de un ojo y era mezquino en todos los sentidos. Al parecer tenía una magnífica estatura, tal vez ligeramente inferior a la de Eduardo el Zanquilargo, quien alcanzó una altura estimable a 1,90 mts. En su cenit pasó a ser el señor del Imperio Plantagenet.

A rey muerto, rey puesto. Cuando murió Enrique II, Ricardo utilizó una táctica curiosa y, característica de él, brillante: a todos los que permanecieron fieles a su padre hasta último momento, los recompensó (entre ellos estaba Guillermo el Mariscal); quienes desertaron a último momento, los oportunistas, recuperaron sus privilegios a precios excesivamente elevados.

Fue el primer príncipe europeo en tomar la cruz y una vez rey, con el camino libre, vendió todo lo que pudo para obtener dinero. Dicen que llegó a exclamar: “si tuviese un comprador, vendería Londres”.

 

Corazón de León

 

Ricardo, antes de ser rey, era famoso por su destreza en combate. Tal vez era por esa razón que lo llamaban, algunos, “Corazón de León”. También aluden que con sus amigos era un cordero y con sus enemigos un león. Recién en la cruzada se pudo vislumbrar al verdadero “Corazón de León”.

Varias veces escuché la frase: “Busca el reino de los Cielos y lo demás vendrá por añadidura”. Él lo debe haber buscado con mucha intensidad porque, emprendiendo una aventura secundaria, conquistó la valiosa isla de Chipre. El nuevo reino pasó brevemente por las manos de los templarios y luego, de forma definitiva, por las del antiguo rey de Jerusalén, Guido de Lusignan.

El asedio de Acre, desde su llegada, tomó un nuevo impulso y al mes (aproximadamente) se conquistó la ciudad. Después de un “encontronazo” diplomático con Saladino (y otros con: Conrado de Montferrato, Felipe II de Francia y Leopoldo de Austria) siguió su camino rumbo al sur.

Vale aclarar que él no tenía paciencia para la diplomacia porque le era sumamente más fácil cumplir sus objetivos en el campo de batalla. ¡Lo simple es eficaz!

Y siempre supo hacerse valer: una de sus tantas influencias se puede apreciar en el nombramiento del nuevo Gran Maestre de la Orden del Temple, Roberto de Sablé. Él era uno de los comandantes de la flota de Ricardo y uno de los más poderosos barones de Anjou (solamente encontré algo de Roberto en: “A History of the Crusades, Vol. II, K.M. Setton, págs. 45-85). El Gran Maestre de la Orden del Temple ha pasado a la fama gracias al videojuego (más ateo que Nietzsche) “Assassins Creed”, después de vencer a Roberto, Altair bien puede decir: “Roberto de Sablé ha muerto”.

La pericia y estrategia conservadora del Plantagenetse pueden apreciar en la batalla de Arsuf. Primero, pericia porque el ejército marchó en batallones compactos, de modo que les fue imposible a los sarracenos causar bajas notables, resignados a hostigar a los cruzados a la distancia y sin acercarse mucho por miedo a las ballestas. A su vez, marchaban ya listos para entrar en batalla. El cronista Ambrosio dice: los turcos, esas gentes del diablo, rabiaban al ver que sus flechas no les hacían daño a los caballeros, de los cuales más de uno parecía un puercoespín. En segundo lugar, su estrategia era profundamente conservadora. Antes de la batalla de Arsuf quiso negociar, pero Saladino rechazó su oferta de modo que no quedaba otra opción más que ir por las armas. Batallaron, tal como Saladino quiso… ¡Así le fue!

La victoria de Arsufsirvió para expulsar de los ánimos al fantasma de los Cuernos de Hattin. Saladino los tenía donde él quería, pero Ricardo era un superlativo militar. Una curiosidad del Plantagenet: a la hora de plantear las estrategias, cuidaba en exceso a su ejército; cotidianamente, y aún más en combate, se batía temerariamente.

Otro dato curioso: al día siguiente de la batalla de Arsuf (7/9/1191) fue el cumpleaños de Ricardo Corazón de León (nacimiento: 8/9/1157).

Después reconstruyó Jaffa y siguió conquistando todo el litoral palestino, hasta proyectar una campaña a Egipto, aprovechando la supremacía marítima. No se llevó a cabo, pero marcó el camino que seguirían los cruzados posteriores en la Quinta y Séptima Cruzada.

 

Ricardo el Admirado

 

Siempre se destacó; era muy diestro con la ballesta, con la lanza, con la espada, ¡en todo! Pero en Jaffa, en el último duelo, Ricardo lo hizo de una forma tan magnífica que su amigo Al-Adil(el hermano de Saladino, con quien tuvo extensas sesiones diplomáticas), maravillado por la extraordinaria bravura del gran Plantagenet, dijo: “no conviene a un rey combatir a pie” y le envió un par de caballos con un mameluco en plena batalla.

Cuando un rival admira a Ricardo Corazón de León queda poco que decir…

 

Ricardo el Diplomático

 

“Onewayoranother”, igual que la canción de Blondie. El rey, cansado del conflicto armado pero con la intensidad que lo caracterizó, inició las tratativas y arreglos diplomáticos. El belicista por antonomasia da comienzo a una larga tradición que será imitada por: Federico II, Teobaldo de Champaña, Ricardo de Cornualles (sobrino), San Luis y Eduardo (sobrino-nieto, a su retorno será Eduardo I).

Es casi irónico que haya sido el combativo rey de Inglaterra quien inició el camino por el “entendimiento”. Es una muestra de su magnífica flexibilidad, algo propio de los espíritus superiores, que contrasta con la rigidez del mediocre. Vale aclarar: no hay que confundir rigidez con disciplina.

Otro gran logro de Ricardo fue el proceso de fortificación del litoral, entre ellos la ciudad de Ascalón. Se “desmoralizó” por tener que desmantelarla y cederla a los musulmanes (su sobrino, Ricardo de Cornualles, la recuperará y terminará el trabajo), hasta el día de hoy se pueden apreciar parte de las murallas construidas por Ricardo. En este caso, prueba un verdadero espíritu de sacrificio para llegar a un arreglo, a la paz de Jaffa que sería firmada en septiembre, pocos días antes de su cumpleaños.

Vale aclarar: Ricardo construiría fortalezas más impresionantes, porque tenía la “capacidad” de construirlas (algo infinitamente superior al mediocre “tenerlas”). Luego erigiría el famoso Chateau Gaillard.

Ceder Ascalón, algo que conquistó por mérito propio, y otros lugares para llegar a un tratado, no deja de ser un gran gesto de un gran hombre. Claro que negociaba con un sultán musulmán.

Digo lo de “musulmán” porque San Francisco de Paula, santo calabrés del siglo XV, conminó a ciertos príncipes “cristianos” (después de denunciar sus crímenes): “…Cristianos por costumbre y no de verdad. ¡Hombres peores que los infieles!”. De modo que la religión nunca es una “garantía”. De modo que a veces “negociar” con un “cristiano” puede ser peor que con un infiel.

 

Ricardo el «Dispendioso»

 

Una ventaja de la corona son los “rollos” de la Cancillería de Inglaterra, pues, todos y cada uno de los gastos estaban anotados y la oficina que manejaba los pagos eran las personas del “Exchequer”. Hubert Walter, “Gran Justicia” (Chief Justiciar) de Inglaterra y luego Arzobispo de Canterbury (que generalmente también era Canciller) dijo que Ricardo, entre 1194-1196, pidió 1.100.000 marcos de plata (su rescate fue de 150.000 y ya era una suma impresionante).

En lo único que pienso es… lo popular, admirado y querido que debía ser el rey inglés para obtener esas sumas impresionantes de dinero del reino inglés.

 

Ricardo el Estratega

 

El talento que resaltó, y que más cultivó a lo largo de su vida, evidentemente fue el de la estrategia, yen Tierra Santa fue donde más brilló. Ni hablar cómo mantiene a raya a Felipe II, que fracasa miserablemente ante Ricardo en la guerra por el Vexin normando (territorio “ambiguo” que hacía de límite entre las posesiones normandas y la corona de Francia). Uno admira la habilidad de Ricardo como guerrero, personalmente temerario e invencible; pero que el árbol no tape el bosque… Es decir: todo el esquema militar, la red de: fortalezas-ejército-financiación-maniobras militares-delegación de mandos… Todo era impulsado bajo la égida de Ricardo y parecía no tener falla alguna.

El líder Plantagenet pensaba e inspiraba ese organismo viviente de lealtades.

 

Conclusión

 

Cuando uno termina de conocer, entender y apreciar la labor de Ricardo, como comandante y soldado, entonces, impresionado, no tiene más que bajar la cabeza y admirarlo con naturalidad. El hombre era el genio de la guerra y el resto… Bueno, con su ejemplo impulsaba a todos, así que el resto salía solo.

Runciman es sumamente duro con él, pero la verdad es que Ricardo vivió una época compleja, donde el rey de Francia debió ser excomulgado por invadir las tierras que le pertenecían a un cruzado. Las malas lenguas hablan del “oro francés” que afluyó entre ciertos personajes para quedar al margen de la excomunión.

Un problema de Ricardo es que era demasiado tradicionalista en todo, un batallador normando que reflejaba su conservadora prudencia incluso sus técnicas de batalla. No era un político como el emperador alemán que quería restaurar el imperio de Otón III ni un rey francés sumamente inescrupuloso… Era un rey-caballero perdido en la complejidad de la política europea que era muy engañosa, y recién alcanzó a entenderla cuando se sintió “débil”, esto es, cuando el tiempo comenzó a “herirlo”. Probablemente después de caer prisionero en Austria.

La tradición fue un peso que lo aliviaba y lo castigaba. Lo aliviaba porque su bisabuelo, Fulco de Anjou, fue rey de Jerusalén (y uno muy bueno) y lo empujaba hacia los ancestros “Plantagenet”, esos condes de Anjou que llegaron a manejar un imperio. Por otra parte, lo castigaba al heredar los pleitos con barones poitevinos rebeldes, querellas con el rey de Francia y ser líder de un imperio que tuvo que mantener íntegro hasta su muerte.

Runciman tiene razón: fue un mal rey de Inglaterra, coronado ni siquiera alcanzó a estar un año en la isla a pesar de que nació en Oxford. Pero Inglaterra era un engranaje más del Imperio Plantagenet. Descontando que tuvo la sabia indiferencia de dejar a los eclesiásticos en paz, obtenía de ellos lo que quería y respecto de la Iglesia no hubo quejas.

En conclusión, mirando más allá de Inglaterra (y mirando el “verdadero mundo de Ricardo”), puede decirse que fue el pináculo de los Plantagenet, tal vez el primero de los grandes. Vale citar en una línea de grandes a: Ricardo de Cornualles (sobrino), Eduardo I de Inglaterra (sobrino-nieto), Eduardo III de Inglaterra y, obviamente, Eduardo de Woodstock (que ha pasado a la historia con el sobrenombre de: el Príncipe Negro). De modo que cuando vean los tres leones en el escudo rojo de Inglaterra, ya saben de quiénes se van a acordar.

Y como personalidad de Tierra Santa, Joinville, sesenta años después, dice: cuando un caballo de los sarracenos o un sarraceno tenía miedo, los suyos le preguntaban si acaso pensaban que Ricardo Corazón de León estaba “detrás del arbusto”.



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